domingo, 15 de noviembre de 2009

EL MURO

El muro.
Ese muro de ladrillo rojizo.
Una pared fragmentada en pequeñas piezas regulares.
Una separación entre lo de aquí y lo de allá.
Un bloqueo para una mirada ávida y curiosa.
Un impedimento para salir del lugar de permanencia y dejar a la mente vagar con libertad.
Cada vez que me apoyo en el alféizar de la ventana, un vano hecho con la intención de dejar pasar la luz, sí, pero también para permitir el escapar por un instante de la soledad, me topo con ese edificio que alardea de vestido geométrico.
Tal vez pudiera desviar la mirada hacia otros horizontes, enfocar la vista con otro ángulo y divisar nuevos paisajes.
Tal vez suceda que lo que el muro obstaculiza avive la imaginación y permita huir de una realidad poco emocionante en ocasiones.
Es en esos momentos cuando el muro se transforma, muta en su apariencia (su esencia sigue siendo la misma, corpórea y dura) y aparece ante mis ojos como una enorme pantalla inmaculada sobre la cual es posible proyectar fantasías de película.
Hay días en los que quisiera ser un famoso bucanero y surcar los mares a bordo de un velero bautizado con tragos de ron y nombre de mujer.
Evoco estos pensamientos y el olor a salitre es tan vívido que puedo escuchar el rumor de un oleaje todavía calmo aunque presto a sucumbir al capricho de la tormenta venidera.
Otras veces puedo verme ataviada con ricas telas, hermosos sombreros y lujosas joyas, interpretando melodías emocionantes ante un público entregado mientras recorro escenarios del mundo entero.
Esto sucede en los días más caprichosos, los menos.
Los más muestran una faceta humilde, más auténtica, y me conformo con un pequeño local donde dejarme llevar por las notas de una escueta banda de jazz.
Algunas veces imagino que menguo en tamaño y en edad y retorno a la infancia manteniendo la consciencia adulta.
Todo es tan diferente a lo recordado...
Los días de colegio son nuevas oportunidades de aprender y los juegos se disfrutan con mayor intensidad.
Los años cumplidos pueden ser una verdadera bendición si la inocencia no se pierde por el camino.
Y qué decir de los momentos que paso en el Japón de tiempos pasados, paseando bajo almendros en flor, aprendiendo del silencio y absorbiendo la sabiduría de un maestro en el manejo de la katana.
El ser un samurai aventajado estimula para recrear aventuras cada vez más emocionantes.
La violencia de la lucha da paso a la belleza de los movimientos de aquellos que saben defender su honor sin caer en crueldades innecesarias.
...
Cada día que me asomo a la ventana se convierte en una fuente de maravillosos sueños, de medios de gran evasión, de rupturas de la rutina.
Como si se tratase de la idea del kinoglaz llevada al extremo, la mente arroja imágenes a través del ojo.
Por unos instantes la cosificación hace del cuerpo un ente inerte que, sin embargo, insufla vida a 24 imágenes por segundo.
Soñar despierta.
Dominar la mutación con una perfección tal que permita el obtenerla a antojo.
Ser protagonista de imágenes en tantas ocasiones vistas.
Pasar de un lado a otro a través de una delgada línea.
Walking the line, tócala otra vez, Sam.