
Te miro a los ojos
y sonrío.
Decido armarme con las grebas, los quijotes, los guardabrazos, los guanteletes, la coraza, las hombreras... y, por último, la celada con su plateada visera. Me miras a los ojos
y sonríes.
Me imitas y te dispones a cubrirte con similar atuendo. Pero en dorado bronce. Nos miramos a los ojos
y sonreímos.
Hasta el último instante sopeso la decisión de portar estandarte junto a la lanza. Defiendo mi territorio, por otra parte de sobra conocido. Te miro a los ojos
y sonrío.
No dudas y optas por atar una bandera al asta del pesado arma. Me miras a los ojos
y sonríes.
Estamos preparados para la lucha. Nos miramos a los ojos
y sonreímos.
No tengo miedo. No tienes miedo. Me toca mover pieza. Nos miramos a los ojos
y sonreímos.