miércoles, 19 de noviembre de 2008

PERO QUÉ CIERTO...

Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno
aprende que el Amor no significa recostarse y una
compañía no significa seguridad.
Y uno empieza a aprender que los besos no son
contratos y que los regalos no son promesas y uno
empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y
los ojos abiertos, con la gracia de una mujer y no con
el dolor de un niño...

Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para
planes. Y los futuros tienen una forma de caerse en la
mitad, y después de un tiempo uno
aprende que si es demasiado, hasta el calorcito del
sol quema.

Así, que uno planta su propio jardín y decora su
propia alma, en lugar de esperar a que alguien le
traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno es
realmente fuerte, que uno realmente vale, y uno
aprende y aprende... con cada adiós, uno aprende.

(Jorge Luis Borges).

martes, 18 de noviembre de 2008

¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ?


¿Por qué no lo he hecho? ¿Por qué, por unos instantes, he sido como ellos? Como esa masa inerte que me rodea, inmersa en un mundo inexistente, creado a su medida con tal de permanecer aislados, con una felicidad - más bien impasibilidad -, de pega, que no se corresponde - ¿o sí?¡No! - con su hueco interior.
No lo he hecho y me siento mal porque a menudo las cosas suceden porque no hay quien las evite o las quiera evitar.
Yo no sueño con ovejas eléctricas, sueño con personas de carne y hueso, de interior blandito, emocionantes y, sobre todo, capaces de emocionarse.
Y me resisto a parecerme a ellos; lo hoy sucedido me reafirma en mis convicciones. No voy a ceder al desaliento ni ante la falta de gratitud.
Me gusta cómo soy. No me desanimo.

Why so serious?


* Fotografía: bolboreta.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Miro a través de los cristales, sucios y rayados a conciencia, me acomodo lo mejor que puedo entre la masa humana que me rodea. Hoy no reconozco las formas, no miro a los ojos, hoy la cabeza se inclina hacia abajo.
La música me inunda, cada poro de mi piel atiende a las notas que salen de los auriculares. La terapia no funciona, debería pulsar el pause, pero no puedo.
Miro a lo lejos pero, de pronto, mi vista empieza a colarse en los utilitarios que nos adelantan con furia. ¡Voy a llegar tarde! No puedo dejar de observarles y es inevitable sacar precipitadas conclusiones. Las familias y los amigos no se hablan, ni se miran, el sueño se escapa de sus pupilas pero el hastío es más fuerte todavía.
No quiero llegar al despacho. Yo tampoco quiero hablar hoy.