Miro a través de los cristales, sucios y rayados a conciencia, me acomodo lo mejor que puedo entre la masa humana que me rodea. Hoy no reconozco las formas, no miro a los ojos, hoy la cabeza se inclina hacia abajo.
La música me inunda, cada poro de mi piel atiende a las notas que salen de los auriculares. La terapia no funciona, debería pulsar el pause, pero no puedo.
Miro a lo lejos pero, de pronto, mi vista empieza a colarse en los utilitarios que nos adelantan con furia. ¡Voy a llegar tarde! No puedo dejar de observarles y es inevitable sacar precipitadas conclusiones. Las familias y los amigos no se hablan, ni se miran, el sueño se escapa de sus pupilas pero el hastío es más fuerte todavía.
No quiero llegar al despacho. Yo tampoco quiero hablar hoy.
La música me inunda, cada poro de mi piel atiende a las notas que salen de los auriculares. La terapia no funciona, debería pulsar el pause, pero no puedo.
Miro a lo lejos pero, de pronto, mi vista empieza a colarse en los utilitarios que nos adelantan con furia. ¡Voy a llegar tarde! No puedo dejar de observarles y es inevitable sacar precipitadas conclusiones. Las familias y los amigos no se hablan, ni se miran, el sueño se escapa de sus pupilas pero el hastío es más fuerte todavía.
No quiero llegar al despacho. Yo tampoco quiero hablar hoy.
3 comentarios:
Poco a poco mis cnizos del alma irracional consiguen sacarme sonrisas.
¡Os quiero, chicos!
la mejor receta contra el hastío es una carcajada sonora.
muack
Di que sí, amiga Bubu.
¿Para cuándo unas carcajadas conjuntas?
Biquiño.
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