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No podía apartar mis ojos de los suyos. A pesar de que los demás rostros atraían mi interés y me incitaban a analizar las composiciones, los colores, los cuerpos, no era capaz de dejar de volver la vista atrás y mirarle fijamente, una y otra vez. Esa expresión, furiosa y extrañada a la vez, me devoraba por dentro. Me obligaba a ser más consciente de la situación, mucho más de lo que lo fui en su momento. Y el llanto me desgarró desde las entrañas.
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* Fotografía: Sebastião Salgado
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