
Me gusta el frío
porque las capas de ropa me sirven de barrera contra todo
porque siento que estoy viva
porque la gente mayor sigue saliendo a pasear, a pesar de todo
porque una cálida y negra voz logra que entre en calor
porque tengo más ganas aún de acurrucar mi piel contra la tuya
porque puedo jugar a que fumo un cigarro tras otro, como cuando era niña
porque escribo poemas efímeros en los cristales del autobús
porque son más los que comparten una sonrisa helada y resignada al cruzarse por la calle
porque disfruto de largos paseos con un chocolate caliente en la mano
porque significa que pronto volverán a florecer los almendros
porque apetece acercarse a ver películas en la cálida penumbra de un cine
porque, aunque es de noche, quedan muchas horas para hacer cosas
porque, cuando las luces lo permiten, se ve a las estrellas titilar con más fuerza
porque las lágrimas se detienen de puro hielo y se pierden en el viento
porque los abrazos son bienvenidos más que nunca